El hombre de tigre
Hallan restos de un precolombino en una isla de la laguna de Mar Chiquita
Investigadores del Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba confirmaron que el esqueleto tiene más de mil años. Su descubrimiento puede cambiar las hipótesis acerca de cómo fue poblado nuestro continente.
Daniela Sposito
Especial para LA MAÑANA
El pronóstico de una tormenta los obligó a desviar el rumbo. Así fue como el grupo de expertos kayakistas -que desde hace una década navega Mar Chiquita buscando una salida al norte-, pospuso, una vez más, su objetivo. Recalaron en Tigre, una de las islas de la laguna. Y ése fue el escenario del extraordinario hallazgo que ninguno de estos nueve hombres podrá olvidar mientras viva. Semienterrados, encontraron los restos de un hombre que vivió en la tierra hace más de mil años.
De acuerdo a investigaciones realizadas por el Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, este caso -sumado a otros que se han producido en los últimos tiempos en esa zona- podría cambiar la hipótesis acerca de cómo fue poblado nuestro continente. Los investigadores consideran que el descubrimiento podría aportar datos sobre una corriente migratoria atlántica, además de la corriente que vino de los Andes.
La dentadura casi completa que presentaba el fósil hizo que los kayakistas pensaran, en un primer momento, que se trataba de un náufrago reciente. La segunda hipótesis que barajaron fue que podía ser el cadáver de un desaparecido arrojado en la laguna por los Vuelos de la Muerte de la última dictadura. Esta versión se vio alentada por relatos de los pescadores de la zona, quienes aseguran que durante aquellos años era común ver, por las noches, aviones militares sobrevolando el lugar. Pero el hallazgo de piezas de cerámica cerca de los huesos abría una tercera posibilidad que fue, finalmente, la acertada.
De acuerdo a los primeros resultados de los informes antropológicos, se trataría de un hombre precolombino de más de veinticinco años, perteneciente a una sociedad alfarera o agroalfarera. En este momento, los investigadores están tratando de determinar la época precisa en la que vivió este ejemplar, cuáles fueron su dieta y sus costumbres.
Los descubrimientos que se están produciendo últimamente en la zona de la laguna, pueden deberse a que hace doce años que las aguas no bajan tanto como lo están haciendo en este momento. La cota máxima registrada en 2003, ya ha bajado más de dos metros.
El viaje
La partida se inició en el sur de la laguna. Interesados en descubrir zonas aún no descriptas en las cartas de navegación, los expedicionarios querían aprovechar el viaje para avistar las colonias de flamencos y cisnes, siempre con la meta final de llegar a la costa norte. Poco a poco, se fueron internando en un lugar al que sólo es posible acceder en kayak. Un espacio fantasmal, cubierto de árboles quemados por la salinidad de las aguas. El segundo día de travesía vino acompañado por furiosas ráfagas de viento que presagiaban una fuerte tormenta. Tras diez horas de navegación, los expedicionarios debieron cambiar el rumbo y postergar -una vez más- su anhelo de llegar al norte, meta que buscan desde hace más de diez años. Después de recorrer 50 kilómetros a remo, desembarcaron en Tigre, una isla que para ellos representa un orgullo: habían sido los primeros en llegar allí en kayak, dos años atrás.
El descubrimiento
Las olas de dos metros pegaban fuerte contra una de las costas de la isla Tigre. Los kayakistas decidieron utilizar el día para caminar por el lugar y observar su vegetación. De pronto, un relámpago estalló en el cielo. Pero los expedicionarios enfocaron sus miradas a la tierra.
El excepcional acontecimiento no opaca el objetivo inicial del grupo: llegar por kayak -es decir, con el sólo recurso de la fuerza humana- desde La Para, atravesando la Laguna de Mar Chiquita, hasta el Río Dulce. "Nos interesa establecer rutas nuevas que todavía no hayan sido transitadas", asegura el capitán.
La isla de Tigre
Cubierta de pastos duros y arbustos, matorrales bajos y achaparrados, Tigre está conformada por tres islas separadas por estrechos canales de no más de 200 metros. En la actualidad está todo unido por el efecto del descenso de las aguas. En total tiene aproximadamente 5.000 metros de largo por unos 600 de ancho. En la zona hay muchos pájaros y es posible ver, entre la vegetación, algunos quirquinchos.
Mar Chiquita es la mayor cuenca de agua salada de la Argentina y se calcula que tiene unos 30 mil años. En la zona se han encontrado tesoros paleontológicos que hoy se exhiben en el Museo ?Aníbal Montes? de Miramar, ciudad que se levanta a orillas de la laguna, famosa por sus baños termales. En el museo se puede ver, por ejemplo, la cola y la pata de un Gliptodonte que podría tener unos diez mil años de edad, además de otros fósiles.
El desborde de la laguna, en 1977, cubrió 37 manzanas de Miramar y arrasó con el 90 por ciento de su infraestructura hotelera. Ciento dos hoteles quedaron bajo el agua, entre ellos el fastuoso Viena, en el que las leyenda -nunca confirmada- dicen que se habría alojado el mismo Adolf Hitler. Según relatos que aún circulan por el lugar, en 1945 habrían llegado al Viena tres vehículos oficiales de color negro, transportando al jerarca alemán, quien habría permanecido allí por un par de días. Según esas mismas versiones, el hotel habría sido construido con dinero nazi. Lo cierto es que, apenas tres meses después de su inauguración, en marzo de 1946, y a casi un año de la caída del Tercer Reich, el hotel cerró sus puertas. En su construcción se habían invertido 25 millones de dólares de la época.
Por sus características, el kayak es ideal para internarse por lugares a los que no puede llegar otro tipo de embarcación. El equipo básico consiste en un remo doble, un casco, una brújula electrónica (GPS) y cartas náuticas. Los kayakistas deben dar aviso de la ruta de navegación antes de salir y chequear los informes meteorológicos.
Desde las primeras embarcaciones hasta las más actuales, el modelo no ha sufrido muchos cambios. El kayak moderno es angosto y bajo, tiene unos cinco metros y medio de largo, doble proa y suele estar propulsado por una o dos personas.
Como los viejos esquimales, los kayakistas contemporáneos siguen sintiendo que su vehículo es "casi una prolongación del cuerpo humano". Afirman que desplazarse en estos botes es como "caminar sobre el agua".
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